Sin duda, este año 2025 va a quedar marcado en la Historia de la Literatura por la desaparición de Mario Vargas Llosa, un escritor genial y universal, nacido en Perú en 1936. A lo largo de su vida publicó una extensa obra y obtuvo el reconocimiento con premios tan destacados como el Príncipe de Asturias de las Letras (1986), el Cervantes (1994) o el Nobel de Literatura (2010). Vargas Llosa, además de un gran literato, fue también un incansable defensor de las libertades políticas.
En estos días me han venido a la memoria muchas de sus historias, sus personajes y los avatares de sus vidas. Y me he preguntado qué fue lo primero que leí de Vargas Llosa y cuándo ocurrió ese encuentro inicial. A pesar del tiempo transcurrido, lo recuerdo bien. Curiosamente fue la primera novela publicada por el autor: La ciudad y los perros (1963), y la leí en el invierno de 1977-1978. Estoy seguro de ello, pues conservo el ejemplar, una edición de septiembre de 1977, que adquirí en la librería Cerezo, de Cáceres. Ni mi memoria ni la AI de Google pueden concretar cuándo cerró sus puertas, pero ya no existe. Es un signo de nuestros tiempos: uno ya no va a buscar los libros en las estanterías de abarrotadas y estrechas librerías, donde reposan mil historias, donde explorar es toda una aventura deliciosa; ahora los libros llaman a tu puerta y no sabes de dónde vienen ni cómo han llegado hasta ti. Mal empezamos.

Aquella primera lectura, a pesar de la complejidad de la obra para un joven de 16 años, no me resultó difícil; todo lo contrario, enseguida me vi atraído por aquel ejercicio magistral de literatura, donde el lector debía estar alerta, construir, indagar, rellenar, conectar,... convirtiéndose un poco también en el narrador, fundiéndose en el relato como un personaje más. Vargas Llosa utilizó por primera vez en la literatura en español diversas técnicas narrativas, entre las que destaca el monólogo interior, que, junto con el uso de diferentes narradores, dotan a la novela de una gran densidad literaria, a pesar de la aparente superficialidad de la temática. En La ciudad y los perros se cuenta la vida cotidiana de un puñado de jóvenes internados en un colegio militar, lo que desde luego fue un elemento esencial de conexión con la novela, pues también yo me encontraba entre los muros de un internado cuando leí la historia. Luego vendrían otros muchos títulos del autor: La casa verde, Los jefes, Conversación en La Catedral, Pantaleón y las visitadoras, La tía Julia y el escribidor, La guerra del fin del mundo, Lituma en los Andes, La fiesta del Chivo,...
Junto con el argentino Julio Cortázar (Rayuela), el mejicano Carlos Fuentes (Terra Nostra) y el colombiano Gabriel García Márquez (Cien años de soledad), Vargas Llosa formó parte del denominado boom latinoamericano, un verdadero fenómeno literario que enriqueció extraordinariamente la literatura escrita en español y que se desarrolló entre las décadas de 1960 y 1970. Con su impulso se cerraba la literatura española del siglo XX, que se había iniciado con dos generaciones de escritores excepcionales: la del 98 y la del 27. En ese siglo XX el Premio Nobel de Literatura recayó en diez ocasiones sobre autores en español: José Echegaray (1904), Jacinto Benavente (1922), Gabriela Mistral (1945), Juan Ramón Jiménez (1956), Miguel Ángel Asturias (1967), Pablo Neruda (1971), Vicente Aleixandre (1977), Gabriel García Márquez (1982), Camilo José Cela (1989) y Octavio Paz (1990). Cerró esta lista, el siglo literario y toda una generación de grandes escritores, Vargas Llosa (2010).
La novela más valorada por su autor, Conversación en La Catedral, está construida con sillares, ladrillos, mampuesto, adobe, tapial,... materiales muy diversos, pero que aparejan un verdadero monumento literario; y eso sin dejarnos confundir por el título, pues La Catedral no es un templo, sino el nombre de un bar. La novela abre con un párrafo donde se encuentra una frase interrogante que ha quedado para la Historia de la Literatura: "¿En qué momento se había jodido el Perú?" Tristemente también nosotros tenemos que hacernos esa misma pregunta, ya universalmente asociada a la decadencia sociopolítica de un país.
¿En qué momento el sistema educativo español dejó de actuar como el principal y más determinante ascensor social? Debe suponerse que tal instrumento, en este contexto socioeconómico, sólo sería útil si ascendía, y no si descendía. Pero eso es lo que está ocurriendo.
¿En qué momento hemos renunciado a expresar en libertad nuestras ideas y opiniones? A la censura se le llama respeto, el desacuerdo se confunde con el odio, al disidente se le señala como enemigo...
¿En qué momento la corrupción política, la erosión de la separación de poderes o el incumplimiento de la Ley se han convertido en banderas políticas dignas de ser toleradas e incluso aplaudidas? Esos comportamientos antidemocráticos encuentran, sin embargo, apoyo electoral por parte de muchos ciudadanos.
Si se quiere comprender todo esto, y por lo tanto rechazarlo y rebatirlo, es necesario que los ciudadanos lean, lean y lean. Los libros no sirven sólo para desvanecer la realidad, para escapar a un mundo imaginario, sino que nos ayudan también y sobre todo a comprender la realidad, la nuestra y la de nuestras sociedades. La literatura no es engaño, es creación. Pero sin la literatura sí viviremos en el engaño, en la manipulación.
José Antonio Palomo